Editorial
Mal empieza Felipe VI su reinado. Mientras el nuevo monarca decía en su primer discurso como Jefe de Estado, que todos cabemos en esta España, que caben todas las formas de sentirse español, en el centro de Madrid, la policía impedía pasar a varias ciudadanas con modestos signos republicanos; una chapa, una bufanda... Lo que apunta a que no parece caber la forma republicana de sentirse español. Además se prohibieron una manifestación y una concentración y, más tarde, la policía cargó contra los cientos que se reunieron en la Puerta del Sol y detuvo once personas que soltaron horas después. Como en los tiempos en los que el hoy abdicado Rey manifestaba públicamente su admiración por Franco y juraba los Principios del Movimiento Nacional (ahí están las hemerotecas y videotecas que así lo atestiguan).
Y, mientras el régimen bipartidista monárquico se lanza a una digamos segunda transición para salvarse y prolongarse en el tiempo, aprovechando que hay nuevo rey, joven, familiar y constitucional, presuntamente preparado, otra parte de ese régimen, los amos de las empresas del Ibex 35, se disponen a viajar por el mundo como heraldos del nuevo milagro español. Si no sufriera tanta gente y no fuera tan negro el horizonte para la gente común, sería para partirse de risa.
Que las buenas intenciones de Felipe VI son solo eso, lo confirma que el FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europea atacan de nuevo y no se ve en lontananza ninguna intención real de siquiera decir algo al respecto. El Banco de España, voz de su amo el BCE, recuerda justo ahora, con exigencia total, que hay que recortar 55.000 millones de euros para cumplir con el déficit público que exige la Troika. Y ¿qué significa reducir 55.000 millones en los presupuestos del Estado? Más recortes sociales y más violaciones de derechos de la mayoría ciudadana.
Y eso sucede cuando el Gobierno del Partido Popular se apresta a perpetrar una contrarreforma fiscal que, como se temía, favorecerá descaradamente a los ricos, aunque dará alguna limosna al resto (el próximo es un año electoral) y dejará de recaudar 7.000 millones de euros de impuestos. Por tanto, como el gobierno no se olvidará de reducir el déficit (o simularlo), porque tiene a la Troika soplándole en la nuca, podemos temer nuevos ataques contra las clases trabajadoras. Ya hemos dicho que 2015 es año electoral. La ciudadanía lo ha de aprovechar para empezar a cambiar algunas cosas y correlaciones de fuerzas.
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