Reformar
el capitalismo o luchar por el socialismo
Aportación a
la Asamblea Programática sobre Europa, de Izquierda Unida
Alberto Arregui, Laura Ruiz, Javier Jimeno, Carlos Sánchez Mato y
Jordi Escuer
"Quien a los 20 años no sea revolucionario no tiene corazón, y
quien a los 40 lo siga siendo, no tiene cabeza", decía el conservador
Winston Churchill. Sin embargo, aunque nos acusen de haber perdido la cabeza, cuando
hablamos de una alternativa para Europa, no hay propuesta más cuerda, más
sensata, más racional, que el socialismo. La izquierda revolucionaria no
necesita explicar a la clase trabajadora europea cuáles son las consecuencias
del capitalismo, ya las conoce porque las sufre todos los días. Nuestro reto es
levantar una alternativa, demostrar que es posible una sociedad que garantice
el pleno empleo digno, la sanidad y la educación públicas, la atención a los
dependientes, los derechos democráticos y el respeto a la naturaleza. Y nuestra
respuesta a la bancarrota del capitalismo es unir la pelea por nuestros
derechos a la lucha por el socialismo.
Cuando empezó la crisis, asustados ante sus posibles consecuencias
sociales, el también conservador Nicolás Sarkozy llegó a hablar de la necesidad
de reformar el capitalismo[1].
Al ver que la revolución no asomaba por ningún lado, se aprestaron a seguir
haciendo lo mismo de siempre. No es de extrañar, pues, enfrentados a la crisis,
los grandes partidos socialistas demostraron carecer de alternativa al
capitalismo, y ellos mismos se pusieron a aplicar una política de recortes en
toda línea. Pero no se debería confundir a estos dirigentes con la propia clase
trabajadora. La falta de alternativa puede retrasar la revolución social, pero
no la evitará.
Por eso, la prioridad de IU y de toda la izquierda transformadora, es
levantar una alternativa audaz. No para coger en nuestras manos la tarea que proponía
“Sarko”, reformar el capitalismo, sino para defender la necesidad de superarlo,
de acabar con él.
Las elecciones europeas suponen una ocasión de oro para explicar qué
política debería aplicar un gobierno de izquierdas mañana mismo, si tuviera el
apoyo suficiente. Debemos perder el
miedo a hablar de socialismo, pues sólo si lo defendemos puede conquistar ese
apoyo en la sociedad.
No
vamos a aplicar las políticas ajuste de la UE
Nuestro programa para Europa es la prolongación lógica de nuestro
programa de Gobierno en el Estado español, es una parte inseparable. Nuestra
propuesta es europea e internacionalista, porque sólo a escala europea y
mundial es posible dar una salida definitiva a los problemas que se plantea la
clase trabajadora. Sin embargo, no podemos esperar sentados a que todo el mundo
se transforme, sino que debemos empezar por nuestra propia casa, para impulsar
con nuestro ejemplo el cambio en Europa y a escala internacional.
Estas elecciones deberían ser la antesala de la derrota del PP, en el
caso del Estado español, y del inicio de la creación de una verdadera
alternativa de izquierdas transformadora, capaz de evitar que se repita lo
sucedido con Felipe González y Rodríguez Zapatero, quienes por su falta de
alternativa real, decepcionaron las ilusiones de millones de trabajadores y
abrieron la puerta a la victoria de la derecha.
Hoy, en mitad de una crisis histórica del capitalismo, no está de más
recordar aquellas palabras de González, haciendo suya otra cita de Churchill:
“el capitalismo es el menos malo de todos los sistemas posibles”. Al abandonar formalmente
el socialismo, González sin duda fue razonable a los ojos de la clase
dominante, pero allanó el camino del PP e integró a su partido en el sistema.
Así, hemos podido ver al PP y al PSOE de la mano reformando la Constitución,
para garantizar el pago a los bancos a costa del gasto social. Aquellos polvos,
trajeron estos lodos.
IU defiende en Europa la supresión de todas las medidas de recorte del
gasto social y de los derechos laborales promovidas por la Comisión Europea, y
que con tanto entusiasmo están aplicando todos los gobiernos. Reclamamos la
derogación del Tratado de Lisboa, así como del Pacto del Euro. Pero eso implica
nuestro compromiso de que, si la clase trabajadora nos da el apoyo suficiente
en las próximas elecciones generales, IU
derogará en el Estado español todas las medidas de recorte aplicadas por el PP
a instancias del Memorándum de acompañamiento al rescate bancario y del Pacto
del Euro.
Igualmente, debemos dejar meridianamente claro, que no formaremos parte de ningún gobierno que
acepte dichos corsés y que mantenga una política de recortes aunque sean
“suavizados”. No podemos colaborar con la política “del mal menor” porque sí hay alternativa.
Frente a la actual Unión Europea, abogamos por una verdadera Europa de
los Pueblos. La derrota de la derecha en todo el continente, en la urnas y en
la movilización, debe abrir un proceso
constituyente que sustituya a la actual Unión, hoy al servicio de las
multinacionales y la banca, por una verdadera unión de carácter federal,
democrática y socialista, una unión voluntaria de los pueblos de Europa, que reconozca el derecho de autodeterminación. Nuestra
propuesta europea está en consonancia con la que hacemos para el Estado
español: derrotar a la derecha para abrir un proceso constituyente, que sancione
un cambio social y garantice nuestros derechos sociales y libertades
democráticas, algo que sólo es posible con un Estado federal, republicano,
democrático y socialista.
Ofensiva
por los derechos de los trabajadores en toda Europa
Hasta ahora Europa ha sido un proyecto de las élites. Las
élites económicas y políticas son quienes han ganado con la Europa que nos han
impuesto, mientras que la clase trabajadora ha sido la gran perdedora de la
integración europea.
Es imprescindible impulsar con nuestras propuestas la lucha del
movimiento obrero en toda Europa. Para
ello es fundamental que los principales sindicatos de clase abandonen la
política del Pacto Social trabajadores-capital y unan la lucha por los derechos
laborales a la lucha por la transformación socialista de la sociedad. Es la
única forma de romper con la política del “mal menor”, que se está revelando
como la política de la desmovilización por falta de alternativa. La época
dorada del pacto social no volverá.
Como decía Rosa Luxemburgo: “No existen dos luchas distintas de la clase
obrera, económica una y política la otra, sino una única lucha de clases, que
tiende simultáneamente a la disminución de la explotación capitalista dentro de
la sociedad burguesa y a la abolición de la explotación junto con la sociedad
burguesa.”[2]
No es posible hacer una política
que beneficie por igual a la clase capitalista y a los trabajadores. Sus
intereses son antagónicos por la sencilla razón de que el capitalismo obtiene
sus ganancias mediante la explotación de los trabajadores y a la Naturaleza. De
ahí, el trasvase brutal de renta que se está produciendo de los asalariados a
la burguesía y el creciente expolio de los recursos naturales. Una política de
izquierdas implica invertir ese proceso y encontrará siempre la oposición
frontal del capital, de las grandes empresas en particular.
Europa es un paraíso para la explotación de los trabajadores
por las multinacionales. No solo de los trabajadores directos, sino de los millones
de trabajadores de la industria auxiliar que trabaja para éstas. Dado el
amplísimo abanico de costes salariales, y la variedad de legislaciones
laborales existentes, la multinacionales pueden diversificar sus producciones
por países estableciendo un competencia a la baja en las condiciones laborales.
En el lenguaje de los directivos
de estas multinacionales es común hablar de países de alto o bajo coste, y
determinar las inversiones en función de ello. Por ejemplo, los aspectos más
relacionados con la investigación y desarrollo se mantienen en los países más
industrializados, mientras que la producciones más intensivas en mano de obra se
trasladan a países con salarios bajos.
Frente a esta realidad,
el internacionalismo es más importante que nunca, empezando por la unidad en la
lucha de los trabajadores europeos. Si los trabajadores alemanes permiten la
explotación de los trabajadores españoles, están tirando piedras sobre su
propio tejado y viceversa. Las multinacionales chantajean a los empleados de
sus propias factorías en diferentes países, enfrentándolos unos a otros. Ford cierra
una factoría en Bélgica con 4.300 trabajadores y traslada la producción a la de
Almussafes, en Valencia, después de imponer unas condiciones de explotación más
intensas a su plantilla, con una reducción de los “costes salariales” gracias a
medidas como que los nuevos contratados ganen un 25% menos que el resto de la
plantilla. El director de Fabricación de Ford España, Antonio Adés, había
declarado en marzo del año 2012 que habría que reducir las vacaciones de los trabajadores ya que, en
su opinión, "son excesivas" y añadió: "Habrá que trabajar más
por menos".
No debemos aceptar el “sálvese quien pueda” y por eso la lucha, para ser
efectiva, también tiene que coordinarse a escala internacional. Si no, los
trabajadores acaban enfrentados entre ellos por las migajas, a ver quién acepta
más sacrificios, en un circulo vicioso.
Al fin y al cabo, los trabajadores de todas las naciones de la Unión
tenemos mucho más en común entre nosotros que con nuestras respectivas clases
dominantes. En todos los países crecen las luchas y movilizaciones contra las
políticas de ajuste. Es imprescindible plantearse la movilización a escala
europea, incluida la convocatoria de huelgas generales continentales. Pero para
que exista una unidad sindical y política en la lucha es imprescindible un
programa común, cuyas líneas generales serían:
1) Una jornada laboral máxima europea de 35 horas
semanales, como primer
paso para una política de reducción general de la jornada laboral, sin
reducción salarial.
2) Un salario mínimo europeo
equivalente al 60% del Salario medio de cada Estado, como establece la Carta
Social Europea.
3) La jubilación a los 60 años,
como máximo en todos los Estados europeos, con pensiones como mínimo
equivalentes al SMI que reclamamos.
4) Una Renta Básica Europea
para todos aquellos trabajadores que carezcan de empleo y hayan agotado sus
prestaciones por desempleo.
5) La Sanidad, la Educación y la Dependencia,
deben ser públicas, gratuitas e universales en toda Europa.
6) Hay que luchar por que los representantes de los trabajadores en las
multinacionales puedan participar en los procesos de reconversión
industrial y deslocalización, con un poder efectivo de negociación. Actualmente
la legislación europea reconoce formalmente la existencia de Comités Europeos
pero estos sólo pueden recibir la información sobre las decisiones consumadas
de las multinacionales.
7) Libre
acceso y medios para visitar todos los centros de trabajo por parte de los
miembros de los comités europeos. Posibilidad de reuniones entre los
representantes de los trabajadores en las empresas afectadas por
reconversiones.
8) Capacidad de bloquear deslocalizaciones en multinacionales con beneficios.
9) Un accidente laboral o enfermedad
profesional es igual se sea español, alemán, rumano o polaco. Una única legislación sobre salud laboral y
prevención de riesgo para todos los países europeos.
10) Reconocimiento
pleno del derecho a huelga, incluidas las de carácter político y de
solidaridad en todos los países de Europa, y también el derecho a convocar
huelgas de carácter europeo.
La
deuda no se puede pagar
Estas reivindicaciones van
indisolublemente unidas a una propuesta de transformación socialista de la sociedad,
que brinde los recursos necesarios para hacerlas realidad. Lo primero que
debemos plantear es que no es posible desarrollar políticas de izquierdas en
Europa, ni en el Estado español, si no se corta radicalmente con la enorme
deuda generada durante las últimas décadas y, en
especial, con la enorme deuda pública acrecentada durante la crisis. Las
finanzas de los países de la UE están todas hipotecadas, en mayor o menor
medida, a consecuencia de las ingentes ayudas millonarias a los bancos para
evitar su quiebra. El propio Banco Central Europeo ha prestado una enorme suma
de dinero a bajísimo interés a los bancos, sin la cual, se habrían visto
abocados a la quiebra[3].
De ese dinero responden todos los Estados. Es decir, si los bancos privados no
pudieran pagar esas sumas, las consecuencias recaerían sobre el erario público[4].
Mientras las entidades bancarias son rescatadas con dinero público, a
los Gobiernos les está prohibido recurrir al Banco Central, con lo que los
grandes beneficiados son las entidades financieras privadas que reciben dinero
a bajísimo interés y luego se lo prestan a los gobiernos[5].
Una parte sustancial de los beneficios de la banca española provienen ya de los
diferentes títulos de deuda soberana que tiene. En el período 2000-2013, las Administraciones
Públicas han pagado 141 mil millones de euros más de gastos financieros que los
que hubieran pagado financiándose directamente desde el BCE. En concreto, desde
2008 el sobrecoste supera los 100 mil millones de euros. En 2013 hemos pagado
de más, una cifra similar a la que el Estado ha dedicado a prestaciones por
desempleo (29.000 millones de euros).
Cuanto más se endeuda el Estado, más ganan los bancos y más se recorta
el gasto social. La única forma de romper este círculo vicioso es la declaración de una moratoria inmediata del
pago de la deuda, para realizar un auditoría que establezca qué deuda es ilegítima
y, por tanto, no se paga forzando una quita de la misma.
Pero eso no sería suficiente. Además, es necesario sanear la situación del sistema financiero, realizando
una auditoría pública del mismo que permita conocer su situación real y que la
factura la paguen accionistas y acreedores, y sólo en último lugar, el erario
público y los depositantes.
Hay
que nacionalizar la banca
Pero no se trata de “sanear” los bancos hoy para que dentro de unos
años nos encontremos en la misma situación. Una de las principales lecciones de esta crisis es que la gestión de
los ahorros de la sociedad no puede dejarse en manos privadas. Su peso
económico es tan grande que, si están en manos privadas, son ellos los que
acaban determinando las políticas de los Estados[6]. La competencia por el máximo
beneficio, independientemente de cuantos controles públicos podamos poner,
conllevará nuevas crisis y desastres sociales.
Por todo eso, es necesaria la
nacionalización de las principales entidades bancarias, todas ellas
dependientes para su funcionamiento del apoyo del erario público. Eso
permitiría tanto la reducción ordenada de un sistema financiero hipertrofiado,
así como convertirlo en un pilar fundamental de una planificación democrática
de la economía. Eso iría unido a la refundación
del Banco Central Europeo en una entidad sometida al control democrático y cuya
actuación sería presidida por el interés social general.
IU debe defender esa medida a escala europea, pero además, debe
comprometerse a ponerla en práctica si tiene oportunidad de formar gobierno en
el Estado español. No sería posible una política de izquierdas con la banca en
manos privadas, pues el erario público estaría hipotecado por las mismas.
No debemos temer plantear la
nacionalización de la banca, pues nunca habíamos contado con un ambiente social
más favorable a estas ideas. La expresión en el sector financiero de la grave
crisis de sobreproducción capitalista, ha puesto al descubierto ante millones
de personas el verdadero carácter de la clase dominante capitalista, una
pandilla de parásitos inútiles que roban a manos llenas el fruto del esfuerzo
de las familias trabajadoras. Quizá el concepto de plusvalía queda fuera del
alcance de las masas del pueblo, pero todo el mundo entiende que los banqueros
son sanguijuelas que viven de la sangre del pueblo trabajador.
El sector financiero no puede estar en manos privadas, la solución de
nuestros problemas es incompatible con la existencia de un sector financiero
privado, el sector bancario debe ser
público. Es la única forma de evitar las devastadoras consecuencias del
gigantismo al que tiende el sistema financiero y de la canibalización que el
mismo realiza de la economía real.
El
problema es el capitalismo
Con la intervención del sector financiero, pondríamos en manos
públicas la mayor parte de las grandes empresas. Si a eso unimos la
nacionalización de sectores estratégicos, como la energía y el transporte, los
latifundios y el suelo urbano, entonces sí tendríamos los recursos para una planificación democrática de la
economía en función de las necesidades sociales, y de forma respetuosa con la Naturaleza.
Basta esgrimir los mismos argumentos que hemos empleado para reclamar la
nacionalización de las compañías energéticas: “preservar el interés general
frente a los oligopolios privados”.
A partir de ahí, un gobierno Europeo o en el Estado español, estaría
en condiciones de satisfacer el derecho a una vivienda digna, a un empleo en
condiciones, una sanidad y una educación públicas decentes…
Un gobierno de izquierdas que no parta de dichas medidas políticas,
estará condenado a administrar el reparto de la miseria. No existe una “tercera vía” entre el capitalismo y el socialismo.
Durante décadas lo han intentado los partidos socialdemócratas para acabar
aplicando similares políticas económicas que la derecha, como atestiguan las
experiencias de Schroeder en Alemania o la de Rodríguez Zapatero en el Estado
español.
La crisis es el resultado de una determinada forma de sociedad, la
capitalista, no de un determinado modelo
productivo de desarrollo capitalista, sino del modo de producción, de las
relaciones de producción. O dicho en su forma jurídica, las relaciones de propiedad, mediante
las cuales una minoría ridícula de personas controla la mayoría de los recursos
y determina la producción, el consumo y la distribución.
Ni los recursos productivos ni las personas son capital, éste es una
relación social determinada que se caracteriza porque dichos medios son
propiedad de una minoría, lo que le permite explotar a la mayoría, la cual no
tiene otra opción que vender su fuerza de trabajo, física e intelectual, para
poder vivir. Por tanto, la economía puede funcionar de forma muy distinta si
cambiamos esas relaciones de propiedad y el correspondiente modo de producción
que dominan nuestra sociedad. La experiencia ha demostrado que suministrar agua
o atender la salud se hace desde el sector público mejor que desde el privado.
Pero eso es extensible a todos los grandes sectores económicos. Hay recursos más que suficientes para que
todas las personas tengan derecho a una existencia digna, el único obstáculo
que lo impide se llama capitalismo.
Es imposible lograr una cooperación en beneficio mutuo entre los
Estados en una Europa capitalista, que necesariamente conlleva el crecimiento
de las desigualdades entre las clases y la competencia entre países, con el
consiguiente aumento de los desequilibrios. Sólo en un sistema basado en la
propiedad pública de los grandes medios de producción y en una planificación
democrática de la economía, es posible hacer realidad esa cooperación entre los
pueblos de Europa. En otras palabras, debemos defender una Europa socialista y
democrática si queremos resolver los problemas que se plantea nuestra sociedad.
No estamos ante una lucha por “reequilibrar la renta”, se trata de
ellos o de nosotros. Incluso la supervivencia de la Tierra como planeta
habitable es incompatible con el capitalismo. La Historia brinda oportunidades excepcionales, pues sólo una situación
que permite el cambio en la conciencia de millones de seres humanos, tal como
se está produciendo ante nuestros ojos, permite la oportunidad de cambiar su rumbo.
Esa es nuestra lucha, para esa
gigantesca tarea socialista hemos construido Izquierda Unida.
27 de febrero de 2014
[1] “Sarkozy defiende una reforma "urgente" del capitalismo”.
El expresidentes francés decía: “La crisis no es el del capitalismo sino de un
sistema que fue progresivamente dando prioridad al especulador sobre el
emprendedor". http://www.publico.es/dinero/185297/sarkozy-defiende-una-reforma-urgente-del-capitalismo.
[2] (Rosa Luxemburgo: Huelga de
masas partido y sindicatos)
[3] El Banco Central Europeo ha facilitado ingentes cantidades de dinero
a las entidades bancarias europeas para proveer de liquidez a las mismas con
operaciones de préstamo (LTRO) ya que eran incapaces de obtener financiación
por sus propios medios. En el momento más crítico para el sistema bancario
europeo, julio de 2012, el BCE llegó a prestar 1,23 billones de euros (402 mil
millones de euros a las entidades bancarias españolas). Aunque el recurso a
esta ventanilla blanda se ha reducido, en diciembre de 2013 todavía el sistema
bancario adeuda 718.407 millones de euros al BCE (206.760 millones de euros las
entidades españolas)..
[4] De hecho, las entidades bancarias españolas adeudan los fondos
prestados al Banco de España que es quien figura como deudor frente al BCE. Así
figura en las estadísticas de la deuda externa de la economía española
publicadas por el Banco de España.
[5] El sobrecoste soportado en 2012 por las Administraciones Públicas
superó los 25.000 millones de euros, es
decir, la tercera parte del déficit excluido el coste del rescate
bancario.
[6] El sector bancario europeo en su conjunto es “demasiado grande para
quebrar”. Los activos de los bancos superan el 350% del PIB de la Unión
Europea. Únicamente con la quiebra de uno de las 30 entidades de mayor tamaño
causaría el colapso del conjunto del sistema financiero. Hasta septiembre de
2011 (últimos datos publicados por la Comisión Europea) los gobiernos de la UE
habían aprobado ayudas públicas para el sistema bancario por un importe de 4,5
billones de euros entre inyecciones de capital, garantías, adquisición de
activos y medidas de liquidez. A esto hay que añadir los préstamos del Banco
Central Europeo lo que situaría los auxilios aprobados en más del 45% del PIB
de la UE.
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