Cambio de sistema

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jueves, 13 de marzo de 2014

NI CON DRAGUI NI CON YELLEN



Las políticas monetarias no funcionan



El Banco Central Europeo ha mantenido en su reunión del 6 de marzo el coste del dinero en el 0,25%. La inflación de la Eurozona se mantuvo en una tasa interanual del 0,8% en febrero, con lo que encadena cinco meses consecutivos por debajo del 1% y confirma así que sigue lejos del objetivo de la entidad monetaria de mantenerla por debajo, pero cerca del 2%. Se cierne sobre Europa el fantasma de una deflación generalizada y, ante ello, eran muchas las voces que reclamaban a Mario Dragui una rebaja de tipos.  Y lo hacían porque plantean que existen alternativas en la política monetaria, como las aplicadas por Ben Bernanke y su sucesora, Janet Yellen que buscan reactivar el mercado laboral con sus políticas expansivas, tipos de interés en el 0-0,25% desde 2008 y estímulos generalizados a través de compras de deuda (QE3).

Pareciera que hay dos caminos, liderados por “monetaristas” para abordar los problemas existentes y el debate se situaría en elegir cuál de las dos líneas  consideramos más oportuna para resolver los desequilibrios que amenazan a sus respectivas economías.

Un análisis de lo ocurrido hasta este momento muestra que estamos ante un falso dilema ya que, las medidas implementadas han sido similares a un lado y a otro del Atlántico y adolecen de idénticas insuficiencias para resolver la actual crisis. 

Los principales bancos centrales occidentales vienen implementando desde el estallido de la actual crisis sistémica una batería de políticas monetarias, convencionales y no convencionales, para hacer frente a los retos y graves desequilibrios de sus economías. Además de rebajar los tipos de interés oficiales a niveles cercanos al 0%, han expandido el tamaño de sus balances. Para ello han utilizado herramientas distintas que van desde la adquisición de activos financieros a las entidades bancarias al préstamo en cantidades ilimitadas a estas instituciones financieras. Aunque es cierto que el Banco Central Europeo no ha usado ni la misma estrategia temporal ni la misma intensidad que la Reserva Federal de Estados Unidos, erraríamos si no entendiéramos que la actuación del Banco Central Europeo está basada en los mismos fundamentos teóricos. Porque si algo ha hecho el Banco Central Europeo y, en general, las instituciones económicas que desgobiernan Europa, ha sido utilizar herramientas monetarias para afrontar la crisis.

Tanto la Reserva Federal como el Banco Central Europeo mantienen el precio del dinero en niveles próximos al 0% y han enviado el mensaje que esos niveles los mantendrán en los próximos meses para apoyar la reactivación económica.  Pero, además de las medidas convencionales, tanto una como otro han sido especialmente activos en la adopción de medidas no convencionales. La Reserva Federal va ya por el tercer programa de compra de deuda que, después de su reducción, todavía supone que la entidad está adquiriendo 65.000 millones de dólares mensuales. Toda una inyección de liquidez realizada a favor del aparentemente recuperado sistema financiero.

Pudiera parecer a un observador imparcial que el Banco Central Europeo no participa de esta orgía de multiplicación de su balance pero nada más lejos de la realidad.

Además de las políticas más ortodoxas, el BCE se ha explayado en el uso de una amplia batería de medidas no convencionales con el objetivo de salvaguardar sus habituales mecanismos de transmisión de la política monetaria. Por eso, ya desde el inicio de la crisis, facilitó liquidez y financiación al sistema financiero. Además, dada las dificultades de las  entidades bancarias, el BCE cambió las reglas estableciendo que, en vez de subastas competitivas entre las entidades financieras ante las necesidades totales de liquidez, el BCE  atiende a todas las pujas que los bancos pidan a un tipo de interés fijo. Cuando eso se reveló insuficiente, puso en marcha operaciones de financiación a plazo más largo -3 años- para que las entidades financieras pudieran hacer frente a sus vencimientos dadas sus enormes dificultades para utilizar sus mecanismos tradicionales. En total puso a su disposición con los LTRO más de 1,018 billones de euros[1]. Aunque las tensiones se han reducido para las entidades financieras, a finales de 2013 las entidades bancarias europeas debían aún 718.407 millones de euros (206.760 millones de euros las españolas[2]) cuando solamente queda un año para el vencimiento de este descomunal préstamo. Dado que para poder acceder a la “barra libre” de financiación hay que aportar garantías, también ha habido medidas para facilitarles la vida y para ello se han “relajado” los criterios de selección de activos que las entidades aportan y que permanecen en el balance de las mismas, con el objeto de facilitar el acceso a la liquidez de las mismas[3].
Además el BCE ha reducido el coeficiente de reserva[4] que las entidades de crédito han de mantener disponible del 2% al 1%. Por si esto no fuera suficiente, el BCE proporciona liquidez en moneda extranjera a las entidades que precisen de ella como operaciones combinadas de intercambio de divisas con otros bancos centrales[5] y también ha realizado dos operaciones de adquisición de bonos garantizados[6] para proporcionar liquidez ya que no había demanda por parte de los inversores privados.
Con estas actuaciones, el Banco Central Europeo ha salvado al sistema financiero pero ha deteriorado irremediablemente las finanzas de los estados de la periferia europea y se ha visto obligado a acudir a sofocar el incendio que él mismo ha provocado. Para ello ha implementado programas de adquisición de deuda soberana para suavizar las fuertes tensiones que los países han sufrido durante esta etapa. Dado que el organismo tiene prohibido intervenir directamente en el mercado primario, es decir, no puede financiar directamente a los estados, los programas SMP[7] y su sustituto a partir de 2012, el OMT[8], han funcionado interviniendo en el mercado secundario de deuda pública. A 31 de diciembre de 2013, el SMP[9] todavía poseía bonos públicos adquiridos por un total de 185.700 millones de euros[10]. Un año antes el BCE tenía 218.000 millones de euros. La aprobación del OMT permitió la relajación relativa de las primas de riesgo de los países periféricos sin empezar su funcionamiento. Es esta actuación la que ha permitido que se reduzca la prima de riesgo con respecto al coste de financiación de Alemania.

Después del catálogo descrito anteriormente, si algo es evidente es que, tanto Dragui como Yellen han actuado, pero los mecanismos que usan muestran una y otra vez su incapacidad para resolver la raíz de las amenazas. Su premisa, claramente errónea, es que, inundando de dinero el sistema, se reactivará el ciclo económico. Dado que los bancos no han saneado sus balances ni han reconocido sus pérdidas, es imposible que puedan actuar como la ortodoxia económica plantea. De hecho, las sucesivas rebajas del precio oficial del dinero que han realizado los bancos centrales no se han trasladado ni se trasladarán a la economía real[11]. El mecanismo está roto y nuevas bajadas de tipos no van a suponer una vía de solución. Tampoco el suministro de préstamos solucionará la quiebra de las entidades bancarias dado que las pérdidas y quebrantos sufridos solamente se solventan con nuevo capital y no con “patadas hacia delante”, estrategia ésta en la que se han aplicado tanto la Reserva Federal como el Banco Central Europeo.

Ante una crisis de sobreproducción, con elevadísimo nivel de endeudamiento y con un sistema bancario mundial insolvente, las políticas monetarias no estimularán el ciclo de inversión-empleo-consumo y no conseguirán los objetivos perseguidos.  Sin una enorme quita de la deuda acumulada y una recapitalización masiva de las entidades bancarias, es absolutamente imposible que sean eficientes las políticas monetarias.

Hasta que no se actúe sobre las causas, los bancos centrales no harán otra cosa que contribuir a la generación de una burbuja financiera de dimensiones colosales, ante cuyo estallido, las experiencias recientes nos parecerán un juego de niños.


 
 




[1] A finales de 2011 inyectó 489.191 millones de euros a 523 bancos. A finales de febrero de 2012, el BCE prestó 529.000 millones de euros a 800 bancos.

[2] Llegaron a consumir más del 35% de los LTRO cuando el peso de España en el BCE es ligeramente superior al 7%. Ahora está en el 29%.
[3] En octubre de 2008 el BCE empezó a aceptar como activos de garantía en la zona del euro determinados activos denominados en moneda extranjera, y, por otra parte, el mínimo de calidad crediticia de los activos negociables (excepto activos titulizados) se redujo de A- a BBB -. Además el BCE ha permitido otros activos para ser utilizados como garantía como préstamos bancarios lo que ha facilitado el acceso a la financiación del Eurosistema a las entidades que carecían de activos más líquidos y solventes y que estaban a punto de colapsar.
[4] Es el porcentaje de depósitos que los bancos deben mantener en forma de reservas legales en forma de billetes y monedas más los depósitos que las entidades tienen en el banco central. En la medida en que éste se reduzca, las obligaciones de las entidades a la hora de precisar liquidez también disminuyen.
[5] El mecanismo consiste en un mero intercambio de activos para no tener que acudir a préstamos con intereses. Por ejemplo, la Reserva Federal y el BCE intercambian divisas a precio tasado y, de esa manera, ambas pueden inyectar liquidez en la divisa del otro.
[6] Los bonos garantizados tienen como aval la cartera de créditos hipotecarios o la cartera de préstamos al sector público. En 2009  el BCE adquirió títulos por importe de 60.000 millones de euros y en 2012, aunque su previsión era comprar 40.000 millones de euros, finalmente solo adquirió 16.418 millones de euros.
[7] Securities Market Programme
[8] Outright Monetary Transactiones. Los países que pidan el OMT se tendrán que plegar a una estricta condicionalidad impuesta por el BCE, FMI y la propia Comisión Europea.
[9] El OMT no se ha puesto en marcha todavía ya que ningún estado lo ha solicitado.
[10] El 21% de la deuda pública viva en poder del BCE a finales de 2013 era española (38.800 millones de euros).
[11] Desde 2011, el crédito a familias y empresas se ha desplomado más de 300.000 millones de euros y los tipos de interés de las nuevas operaciones con grandes empresas han pasado del euríbor +0,5% al euríbor +3,5%. En el caso de pequeñas y medianas empresas, el diferencial es aún mayor.

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